miércoles, 20 de enero de 2010

Curiosidades. El intercambio de anillos.


Aunque de origen pagano, el intercambio de anillos fue adoptado en el siglo V por la Iglesia Católica e incluído entre sus ritos.


Su origen se remonta al antiguo Egipto,siendo los datos más antiguos que se tienen del año 2700 a.C.
En las ceremonias matrimoniales era común su intercambio para profesar el amor eterno, pues lo anillos, por su forma circular personificaban la eternidad, el infinito; una línea sin fin del amor que se habían prometido.

Los matrimonios egipcios, hacían renovación de su promesa de amor cada año y por lo tanto también renovaban los anillos por otros nuevos.


Hacia el año 1500 a.C., los griegos y por tanto todos los territorios helenizados, adoptaron este ritual, incorporando la costumbre de portar el anillo en el dedo anular, ya que ellos pensaban que por este dedo corría una vena que comunicaba directamente con el corazón, con lo que el simbolismo de amor eterno era evidente. A esta vena se la denominaba “La Vena del Amor”.

El compromiso de amor y lealtad existía mientras que el corazón del portador latiera, lo que significaba como es lógico “hasta la muerte” (los cristianos acogieron posteriomente este simbolismo: “hasta que la muerte os separe”).
También los griegos incorporaron la costumbre de las inscripciones interiores de los anillos de boda, simbolizando aún más la unión entre ambos contrayentes.


Posteriormente, los romanos adoptaron también la tradición conservando el significado que ésta tenía para los griegos.

Cuando desde Roma se abrazó el cristianimo se recondujo el método al conocido como de la Santísima Trinidad, que consistía en introducir inicialmente el anillo en el dedo pulgar (diciendo “en el nombre del Padre”), posteriormente se introducía en el dedo corazón (“del Hijo”), pasando al dedo corazón (“y del espíritu Santo”) y finalizando en el dedo anular diciendo “Amén”.

Aunque tardó en ser aceptado, finalmente fue adoptado como un rito religioso propio del catolicismo hacia el siglo V.


La fabricación en oro fue motivada también por la Iglesia Católica, al considerar que al encarecerse el producto y requerir por tanto un mayor esfuerzo económico, se daba más valor y simbolismo a la unión.